sábado, 21 de abril de 2012

55.


Estos sellos que infectan los graves pasaportes
Estos hitos mojones barreras y alambradas
estas líneas de puntos que torturan los mapas
ni un punto de armonía han aportado al mundo
ni una coma de amor o de decencia.

Gozar el asombroso crepúsculo de Cádiz
navegar por el Dvina cuando lo encrespa el norte
recorrer a caballo la planicie de Hungría
las praderas de Irlanda los bosques de Lituania.

Detenerse a estudiar unos minutos
las nubes que ensombrecen el cielo de Nicosia
atravesar soñando la niebla del Ticino
las selvas de abedules de la Rusia infinita.

Pisar las calles negras de Nápoles o Hamburgo
de Marsella de Londres de Berlín de Estocolmo.

Tantas patrias en una que nadie llama patria.
Si acaso continente esa palabra hueca.

Y sin embargo hermanos qué bien suenan los nombres
con qué timbre tan suave tan común tan sonoro
Peruggia Barcelona París Viena Belgrado
qué hipnótica cadencia qué música componen
Tirana Dover Riga Lisboa Praga Dortmund
inocentes secuencias de sílabas ligadas
Sevilla Amsterdam Brujas Dublín Tiflis Varsovia
pronunciadas lo mismo por sabios que por bobos.

Pues oíd la canción sabios y bobos
escuchad lo que cantan los albatros
en lo alto del cielo y en medio de los mares:

de las naciones ya se acaba el tiempo
los viejos estandartes arderán todos juntos
y los niños ingleses no nacerán ingleses.

Tú no puedes creerlo mas aquellos albatros
avistan ya la ola detrás del horizonte.

Las patrias se terminan y esas aves lo anuncian
con su altísimo canto.
Un día santa Juana tendrá oblicuos los ojos
y vendrá la mañana de una época extraña
como borra una ola de la anterior la huella.

Así que nadie invoque un futuro perpetuo.
Di mañana di el lunes. Pero siempre no digas.
Porque siempre fue ayer y ayer pasó por siempre
dejando en los braseros montones de ceniza
y miles de palotes en miles de pizarras.

En los montes del tiempo la nieve dura poco.
Ya son lluvia las nubes ya es carbón la espesura
ya es un fósil inerte el nervioso lagarto.

Si llamas a tu abuelo el eco te devuelve
esa misma llamada en la voz de tu nieto.

No hay mañana sin cambio así trabaja Vida
mientras baila borracha entre naranjos
rompe trueca transmuta revuelve diferencia
descompone remoza trastorna altera muda
y en ese trajín loco en que nos mece
qué dulce es la certeza de que vendrá la aurora
y qué triste morirse mientras gira el planeta.


Alberto Porlan, de su libro País, editado por Libros de la Herida (Sevilla, 2009).


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